Me gusta escuchar música mientras friego los platos. La última vez escogí un disco que llevaba años sin poner, ‘Slide‘ de Lisa Germano. No es mi disco favorito de esta infravalorada y talentosa música, pero aún así me encantó reencontrarme con él. Conforme iban pasando los platos me daba cuenta de que recordaba casi todas las canciones y que podía establecer un hilo conductor entre ellas que terminaba relacionando con mis propias vivencias. Mientras repasaba los recodos de mi memoria me percaté de que no sentía esa familiaridad con un disco desde hace mucho.
Días después, escuchaba el «If you’re feeling sinister» de Belle and Sebastian sucediéndome lo mismo. Con estos discos -y otros muchos- creé un vínculo emocional que me llevaba a conocer el orden y título de las canciones, buena parte de las letras y otro sinfín de datos que interiorizaba. Sinceramente no puedo recordar el último disco que me ha hecho sentir así.
No quiero hacer mía la detestable frase «ya no se hace música como la de antes» porque es falsa por completo. Siempre, en cualquier época, hay buena música que descubrir y disfrutar. El tiempo que nos ha tocado vivir tiene algo que ver, pero no por la calidad de las obras que se producen, sino por la forma de consumirlas.
La cantidad de canciones y discos que se graban es tal que es imposible abarcar todo el espectro musical que uno quisiera. Si se intenta escuchar muchos elepés el tiempo que se le dedica a cada uno de ellos es menor. Eso se traduce en menos oportunidades para conectar con esa música. Son días de consumo frenético más propicios para los singles; Pese a todo, sigo encontrando buenos discos, pero me resulta más complicado hacerlos íntimamente míos.
Otro aspecto que influye en este cambio de hábitos tiene que ver conmigo. Con eso que algunos llaman madurez o el fraguado emocional que se adquiere con la edad. Muchos de esos discos especiales los escuché durante tormentas de hormonas y relaciones sentimentales. Ya se sabe que en esas circunstancias uno se vuelve más vulnerable y sensible. O tal vez, por haber acompañado aquellos momentos tan trascendentes, se les coge un especial cariño.
[imagen de Fabien Barral]
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