Una máxima de la fotografía es la de llevar siempre contigo una cámara. Yo estoy lejos de cumplirla y en numerosas ocasiones lo he lamentado. Hace unos días volví a hacerlo; fue una tarde de tormenta con un cielo más negro que gris. Desde la playa el horizonte se veía amenazante y aún más oscuro. Una parte de las nubes parecía deshilacharse para tocar el mar, todo sobre un fondo rojizo espectacular que se iba tornado azulado a medida que las nubes se separaban más de la superficie del mar.
Ninguna de mis cámaras es lo suficientemente pequeña para ser transportada cómodamente, así que la única que portaba en esos momentos era la del móvil que, por mucho que sea una Cybershot de 3.2 megapixeles, no es equiparable ni siquiera a una compacta; Además el teléfono es nuevo por lo que no tengo mucha práctica con el manejo de su cámara. Con todo me dispuse a inmortalizar aquel momento tremendo… y me salió esto:
Es una panorámica de 3 o 4 fotos. Al fondo se aprecia la escena que describía arriba. El trazo brillante de la esquina inferior izquierda es la barandilla (creo) del paseo marítimo. No la he borrado porque me gusta el efecto que provoca y eliminarla tampoco salvaría la imagen.
Esta es la historia de la foto que no fue.
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