Días atrás me contaba una conocida una anécdota sorprendente que le había sucedido no hace mucho.
Ella tiene un trabajo que le permite leer mucho, cosa que aprovecha para devorar un libro tras otro. Un día, un compañero de trabajo le dice que él no lee nada, pero que respeta que ella lo haga.
Yo llevaba tiempo mucho tiempo sin leer un libro y, quizás por eso, volver a la lectura me ha supuesto tanto goce. El libro que me ha devuelto al buen camino también tiene su pequeña anécdota.
Unos años atrás, gracias a una página web dedicada a la música que me gustaba, conocí a gente bastante interesante. Con algunos de ellos chateaba a través del programa que usábamos (y usamos) para descarga música. Un día Juanra me preguntó si conocía a Paul Auster y yo, en mi infinita ignorancia, le respondí «No, ¿cómo suena?» . Cuando me comentó que era un escritor casi se me cae la cara de vergüenza. Comprendí que el sello discográfico de Juanra, Moonpalace Records tomaba su nombre de la obra homónima de Paul Auster. Desde entonces el nombre de Paul Auster se quedó latente en mi cabeza, para despertar no hace mucho cuando Anagrama puso a la venta «El palacio de la luna» como primer ejemplar de una colección de venta en quioscos.
Del libro puedo decir que me ha encantado esa mezcla de realidad y coincidencias imposibles; esa santísima trinidad de personajes y generaciones; la intensidad de unas vidas a cual más interesante. Lo único que no me ha llegado a convencer es la traducción, que en algunos momentos me ha sonado rara.
Ahora me espera «Cola» de Irvine Welsh.
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