Leer miles de páginas manuscritas por ciento dieciocho desconocidos; intentar descifrarlas en muchos casos, o preguntarte quién estará detrás de una caligrafía que te atrae; perderse a la deriva entre olas de tinta azul y negra; jornadas eternas recorriendo líneas sinuosas y renglones torcidos que llevan a la gloria o a la mayor de las decepciones.
Tengo que parar un momento, buscar un descanso visual. Encontrar la reconfortante estabilidad de las líneas rectas, de las infalibles formas geométricas y romper con la monotonia sobre blanco.
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