Debe ser por un extraño egoísmo o por una frustración permanente pero no seré yo quien diga que me da igual lo que sean mis hijos en el futuro mientras sean felices. Esto último -¿no es lo que todos buscamos?- no está reñido con el deseo de que se conviertan en personas con unas inquietudes interesantes. Llamadme clasista, pero prefiero que a mi hija le guste el cine antes que el fútbol, o que prefiera a P.J. Harvey antes que al grupo de radiofórmula de turno.
Lo que yo considero interesante para ella, lógicamente está relacionado con mis propios gustos. Así que me encantaría que le apasionase la fotografía.
Cuando coge la cámara y se la lleva al ojo en lugar de intentar de ver por la pantalla, sonrío y disfruto, incluso cuando la toma al revés.
Ya el año pasado hizo alguna foto accidental, pero ha sido este verano cuando comenzó a capturar imágenes de manera consciente. Una tarde en particular, tomó decenas de ellas. Están mis favoritas (sin ningún tipo de retoque o reencuadre). Aunque tengan un origen en lo aleatorio y al resto del mundo no le importe un carajo, no puedo dejar de sentirme orgulloso de ella.
Actualización: Una foto más que me gusta y que se me pasó por alto:
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