En septiembre el verano muere. En Almería se nota menos, porque aquí solo hay dos estaciones. Mientras languidece el estío recuerdo -qué extrañas asociaciones crea la mente- mi visita al cementerio de Cabo de Gata, donde vivo lo más parecido a unas vacaciones de sol y playa.
Es un cementerio pequeño, como el barrio. Sorprende que haya terreno por ocupar. Tiene ese aspecto desértico tan característico de la zona.
Me llama la atención la cantidad de escaleras y escobas disponibles. Además de práctico, me parece poético.
No he visitado muchos cementerios. La mayoría de las ocasiones ha sido acompañando a amigos o familiares para decir adiós. La muerte me da miedo y por eso los camposantos me causan cierto resquemor. Curiosidad también.
Salgo del cementerio de Cabo de Gata. Aunque la muerte nos llegue a todos, la forma en la que nuestros restos descansan refleja lo que fuimos o lo que los que nos sobreviven piensan que fuimos.
[Esta es la novena serie mensual temática de mi nuevo proyecto. Todos los meses durante un año iré publicando una nueva serie. Puedes recibir un aviso cuando las publique si te suscribes a instantes.net]
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